lunes, 18 de julio de 2011

Los renacimientos...

Porque a veces callar sirve, porque otras no...
Porque simplemente desahogarse puede ser el fin de algo y el principio de otro algo...

Las palabras, que son el arma de destrucción sentimental mas curiosa del ser humano, llegan allá donde muchas veces queremos y otras tantas donde no podemos evitar, a veces idolatran a ciertas personas, sin embargo a otras las consigue degradar, pero en cualquier caso, siempre están ahí, fluyendo, circulando, bailoteando por los interiores de un bar, en el salón de una casa, en la trastienda de una cocina, o simplemente en la calle...

La aceptación, ese proceso que tan difícil parece resultarnos a las personas en según que momento de decepción, perdida o cambio, ese estado que nadie parece querer afrontar, un estúpido y a la vez gran paso que puede ser capaz de hacernos conocer nuestro destino o el de otra persona.

La nueva esperanza, aquella que cuando menos lo esperas aparece brillando poco a poco, o de vez, pero siempre dejando mas borroso lo anterior, permitiéndote pensar en lo que tenga que venir o desde luego evitándote pensar en lo que se fue, en lo que es mejor olvidar...

La primavera infinita, los atardeceres que con nostalgia vives como alelado, como con un sonido continuo de fondo, un sonido vibrante, tenue, pero esperanzador, ese atardecer dorado que repetirá tu memoria incluso cuando hayan pasado decenas de años...

El ser humano tiene la capacidad de renacer, de recrear sus puntos de vista, de resurgir como el ave fénix surge de las cenizas, pero el de su moral muerta.
El pesimismo que se transforma en optimismo, y aunque parezca imposible, puede ocurrir, ya que la mejor parte de caer al vació, de ir hasta el infierno, es que puedes reencarnarte en ti, en tu nuevo yo, elegir el donde, cuando y como, el con quien y el por y para que, así es.

A.G 18 de Julio de 2011

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